EL DICTADOR Y EL PIRATA
Es cierto que no hay lugar como Londres.
La conversación comienza con la intriga. Necesito reconocer semióticamente a Sweeney Todd y sucede finalmente cuando hago sinapsis y recuerdo el viaje a Londres que hicimos el año pasado.
Cómo nos contaron la gran farsa de Jack el Destripador, de las fechorías a cargo de vivos invisibilizadas por su nombre.
Sweeney Todd, el barbero demoníaco que, con su esclava emocional, cocinaban carne humana para el pueblo londinense a través de voces afinadas y gargantas vacías.
Sacha Baron Cohen siendo degollado Johnny Depp.
El Dictador que muere en manos del Pirata.
Casi que parece un chiste. Barbero mata barbero. Pirata mata Barbero. Dictador muere Barbero.
Y si pensamos en la barba de Aladeen… cómo no moriría en manos de un barbero.
Así es cómo sucede la semiosis.
Si nada de esto hace sentido para ustedes es porque deben ver las películas.
Pasamos a la tarta hecha de carne de animales a tartas hechas de carne humana. ¿Cuál es la diferencia? Son máscaras diferentes para la misma cosa, carne. Qué cruel lo que digo, pero no hace falta que haga diferencia.
Tim Burton es el director de la película, y cómo no. Es tal la oscuridad transmitida en la película y en las letras que cómo no va a ser el mismísimo Tim Burton.
También sucede esto del cambio de nombre. El barbero ha dejado su identidad atrás. El amor que tenía, el color del mundo ha fallecido.
La navaja en la mano del artista. El pincel en el cuello de un lienzo. Rojo rubí armonizando en blanco.
¿Quién está más loco? ¿La que miente o el que encubre?
¿El Dictador o el Pirata?
Si nada de esto hace sentido para ustedes es porque deben ver las películas
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